Para nadie es novedad que, en la última década, el mundo ha cambiado de manera vertiginosa. Nos encontramos en una era digital cada vez más rápida, competente y dominante. La tecnología ya forma parte de nuestras vidas y, por ello, la ha transformado en cada uno de sus aspectos, ya sea en la educación, en la forma como interactuamos y, principalmente, en nuestro trabajo.
El gran avance de la inteligencia artificial ha dejado preocupado a más de uno. Para muchos, los oficios técnicos serán relegados por las máquinas en el futuro; sin embargo, es importante recordar que las organizaciones valoran aún más las habilidades interpersonales como la inteligencia emocional, la capacidad de empatizar con los demás y de establecer relaciones a todo nivel.
La inteligencia emocional comprende todas las habilidades que nos ayudan a identificar y entender nuestras propias emociones y la de los demás. De esta manera, podemos tomar decisiones con mayor seguridad y mejorar nuestra productividad, por ello los futuros trabajos necesitarán de la inteligencia emocional para complementar el funcionamiento de las máquinas, pues son «habilidades que la tecnología nunca va a dominar», como señala, Vikas Pota, director ejecutivo de la Fundación Verkey.
La capacidad de gestionar nuestras emociones es tan importante como gestionar los conocimientos técnicos y, a su vez, imprescindibles al momento de desenvolvernos en cualquier ámbito laboral. Las habilidades blandas pueden reforzar empleos ya existentes e, igualmente, crear nuevas modalidades de trabajo. Pero para que esto funcione, es necesario desarrollar la empatía para crecer como personas y como profesionales. Quizás no lo notemos a primera vista, pero los invito a reflexionar sobre cómo influyen nuestras propias emociones en la toma de decisiones de la vida cotidiana y, sobre todo, en el impacto que tienen en nuestros amigos, compañeros y colegas. Un saludo, una sonrisa o una sencilla conversación para intercambiar ideas pueden hacer la gran diferencia. La capacidad de comprender al otro, de simpatizar con los compañeros y de trabajar en equipo son aptitudes propias de un profesional y de un líder. No obstante, para efectuar estas habilidades es necesario que el mercado diseñe puestos de trabajo que se adecúen más con competencias de cultura emocional que de cualidades técnicas
En ese sentido, es indispensable que esa transformación empiecen por las aulas. Hoy, la innovación está en la educación. Por ello, Liva Gershon, en su artículo The future is emotional, aconseja “alejarnos de nuestro singular enfoque en el rendimiento académico como el camino hacia el éxito”. Más allá de la complejidad de los sistemas educativos, debemos dotar a los jóvenes de la capacidad de desarrollar su autoconciencia y de vivir una experiencia única que se adecúe a las necesidades del futuro, ya que estas mismas les servirán como base para alcanzar su máximo potencial en cualquier nuevo puesto de trabajo. Debemos dejar atrás la idea de que la tecnología nos aleja cada vez más los unos con los otros; por el contrario, nos hace recordar qué tan humanos somos.
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