El fin de semana estuve viendo el debate presidencial que organizó un canal de señal abierta, y tengo que ser sincera en decirles que no me gustó en lo absoluto lo que vi. Es lamentable y preocupante el nivel de las propuestas de los candidatos presidenciales. Vivimos en una época de crisis que requiere la mayor seriedad y responsabilidad para reactivar la economía, devolverle la confianza al pueblo y evitar que más peruanos fallezcan a causa de la pandemia, sin embargo, hemos sido testigos de una improvisación mediática con tintes populistas y hasta farandulescos, como si no fueran conscientes de todo lo que está en juego.
Basta ver propuestas que rayan con la demagogia, sin mayores sustentos o profundidad técnica en la planificación, orientados más en atacar a los rivales que en centrarse en demostrar la viabilidad de sus planes. He visto críticas al modelo económico actual, críticas a la gestión de la salud, críticas a muchos temas, pero sin soluciones innovadoras y disruptivas. Se oye muy bien hablar de reducir la pobreza, vacunar a toda la población en seis meses, hacer crecer la inversión pública, pero no han sido capaces de demostrarnos cómo lo harán, con qué presupuesto lo harán, cuál es el plan al corto, mediano y largo plazo, qué alianzas harán y cómo van a asegurar que esto sea sostenible en el tiempo. Por ejemplo, algo que nos afecta muchísimo es que cada presidente o ministro nuevo que ingresa tenga que cambiar todo el plan estratégico desde cero. ¿Cómo podemos asegurar así una continuidad de cara al futuro? Hoy por hoy, no existe un mecanismo que garantice la protección de los planes, muy al margen de los problemas políticos que surjan en el camino.
Lo otro importantísimo es atacar los problemas de raíz. Los candidatos solo se centran en dar soluciones superficiales a la problemática que nos aqueja. Por ejemplo, el llamado impuesto a la riqueza, es una medida que los expertos han calificado como una propuesta que no resuelve las brechas de pobreza en nuestra sociedad. A esto sumamos que ninguno mencionó la forma en que vamos a recuperar una nación decaída en valores, con instituciones fragmentadas por los escándalos de corrupción, y con funcionarios que están siendo procesados por actos delictivos. Existen países que tienen un marco legal bastante fuerte y efectivo como Luxemburgo y Alemania que además de las millonarias multas a las empresas corruptas, condenan penalmente a los funcionarios culpables. En nuestro caso, necesitamos una reforma del sistema judicial y penas más severas a los funcionaros que incurren en delitos.
Ni qué decir sobre el tema de educación, uno de los pilares clave del desarrollo, que genera la mejor movilidad social y mejora la economía. No hay un solo candidato que haya expuesto un plan serio sobre la reforma del sistema educativo, lo cual nos deja claras evidencias del nivel de importancia que tiene para ellos darle una educación de calidad a los peruanos. Ni una mención al fortalecimiento de las clases virtuales, ni a la capacitación docente, ni a la inversión en infraestructura tecnológica. ¿Cómo pretenden tener un país protagonista sin desarrollar al capital humano con la más alta calidad?
Esto me lleva a retomar este debate en redes sociales y a hacer un llamado a la reflexión a todos los peruanos. ¿Cuál es el Perú que queremos para nuestros hijos? Es clave que nos comprometamos de verdad, ponernos la camiseta país, y hacer un voto responsable, analizando meticulosamente el fondo de las propuestas. No nos dejemos sorprender por la demagogia de políticos oportunistas que solamente representan el retraso y el estancamiento que tanto daño nos hará como país.
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